Sociología en el quirófano: el bisturí marxista en la sala de operaciones
La crisis en la carrera de sociología, que estalló y se hizo definitivamente pública con el ingreso del sistema acreditación, en donde se desnudaron todas sus precariedades, pero que han sido respaldadas por el mutismo y expectación de las vías de intervención institucionales, hacen que la materia se coloque nuevamente sobre el tapete y “la agenda” de la facultad por las mismas exigencias del mercado de la educación superior y sus transformaciones, como por la necesidad de los estudiantes de recibir una educación de acuerdo a cánones mínimos de calidad. Este es y ha sido el rumbo errático de una carrera que no demuestra signos de vida al interior de la comunidad académica, del mundo científico, del debate político, del debate regional ni del sector productivo; sino que subsiste en una vitrina parasitaria frente al resto de la sociedad que la mira atónita e incrédula o, lo que es peor, no conoce su existencia ni sabe su rol.
La carrera de sociología continúa en la sala de urgencia conectada a un respirador mecánico, mientras la facultad y el conjunto de la institucionalidad de la UFRO amenazan con desconectarla y terminar su agonía. Mientras tanto en el pabellón, los actores no se ponen de acuerdo ni toman una iniciativa para hacer sobrevivir y reformular la carrera y resolver los problemas estructurales que hoy en día le afectan ¿Es que acaso éste enfermo está condenado a la muerte? Creemos que no.
La Universidad heredada de los 80’: un lindo retrato del neoliberalismo
Frente a las discusiones que en el conjunto de la sociedad se desarrollan, y no están relacionadas simplemente con el problema de la carrera, hay que destacar dos puntos importantes que hacen que la Universidad, como institución pública, atraviese por un proceso de redefinición en muchos aspectos de sus contenidos y rol en la actualidad.
El sector privado que, a través de las exigencias de las clases empresariales y patronales, han comenzado a hacer demandas cada vez más manifiestas acerca de cuales son las expectativas del sector productivo hacia la Universidad, tratando de generar una determinación de los contenidos de la Universidad en pos de un crecimiento económico de goteo propio del modelo neoliberal. De esta forma se ha entrado en la definición empresarial de la universidad y la educación superior en general, como arremetida final luego del proceso de privatización abierta en materia de educación en la década de los 80´ en nuestro país.
El no comprender el proceso de los 80’ y la política educacional de la dictadura militar significa toda una descontextualización e incomprensión de lo que hoy entendemos por educación superior, ya que fue durante éste período que la maquinaria empresarial saqueo completamente los pilares de la educación estatal al ungir a la lógica de la ganancia capitalista en las funciones y fines de la misma. Aplicando una administración empresarial, un ahogo presupuestario, carreras moldeadas por las empresas a cambio de financiamiento privado, el lucro de las mismas empresas a través de la gesta de la privatización de la educación, generación de “recursos propios”, la venta de carreras, títulos,, post-grados, etc., profesionales tecnócratas, científicos-empresarios, restricciones al ingreso, incentivos-prebendas, y varios.
Toda esta planificación neoliberal se refiere a una estructura de organización de la educación estatal desvinculada del estado, en donde el rol del estado es modificado de acuerdo a los intereses de clases de los patrones y clases acomodadas del país. Básicamente se apuntó a la privatización y mercantilización de la educación, apuntando a la creación de un mercado universitario, abriendo las puertas a los empresarios de la educación, y quitando uno de los logros fundamentales de los trabajadores y el pueblo: la educación gratuita.
Las exigencias del mercado no sólo se han hecho manifiestas en demandas abiertas entre la clase empresarial, como resultó ser el encuentro empresarial de la Araucanía (ENELA 2006), sino que ha sido parte de la adopción tácita de un proceso de especialización cada vez mayor de la división social del trabajo, o lo que ha hecho a las universidades y las instituciones de educación superior responder a la constante demanda de mano de obra profesional o de recursos humanos como se les desee llamar. Lo significativo es como al contrario de lo que Kuhn nos diría con las revoluciones científicas a través de un proceso autónomo del mismo sistema ciencia, vemos que los imperativos del mercado se hacen cada vez más grandes y salen fortalecidos dentro de las discusiones totémicas acerca de la definición de la universidad en Chile.
La Universidad en la formación profesional y científica: la discusión de las camarillas políticas
Mientras este proceso sucede los clérigos academicistas tratan de defender una posición completamente opuesta que apela en el fondo a un rescate de la “esencia de la universidad”. Este entrampado metafísico que desea tratar de generar una respuesta a la profesionalización constante de las carreras (llamase mallas curriculares, los contenidos, perfiles de los egresados, etc.) a través de una respuesta afirmada en un sustento de “lo que debiese ser la Universidad”, no sólo responde a una respuesta insensata e insulsa frente a la contingencia de la realidad, sino que trata de soslayar la necesidad de una propuesta sólida y política frente a la intervención mercantil en el desarrollo, no tan sólo científico, sino que social de la universidad.
Es decir, lo que está en discusión en la reanimación de éste enfermo no sólo pasa por argumentar la necesidad de contacto con el medio regional, con el sector empresarial y con el gobierno, sino que pasa por ponerse a discutir en serio un proyecto de sociología y de universidad, en donde se puedan resaltar criterios que se antepongan realmente al proyecto intelectualista, que propone una universidad como burbuja o ghtetto de oro en un mundo de mierda, y como negación al proyecto mercantilista de la educación que hoy sólo pretende responder a las burguesías dominantes poniendo un discurso de “la universidad al servicio de la sociedad” como excusa para avanzar en la colonización del aparato público a su servicio. Ni desde el punto de ésta función, ni de los fines antes señalados, la Universidad aporta a las necesidades de las grandes mayorías, y eso es innegable en la actualidad y específicamente reflejado en la situación de nuestra carrera.
Debemos destacar que, frente a ambos discursos (el cientificista académico y el mercantilista empresarial) se encuentra un respaldo político que solventa proyectos universitarios de esta envergadura. Es por ello que la misma universidad se comienza a adaptar, como institución “estatal” a las exigencias del mercado y no ha gestionar nuevas formas de producción bajo control obrero, o ha formular planes de control de enfermedades para poblaciones, o desarrollo de proyectos de autogestión en comunidades o poblaciones, etc., una universidad que haga en el campo de la cultura lo que en el de la producción harán las fábricas del mañana sin accionistas parásitos ni capitalistas explotadores.
Frente a esto la discusión de las camarillas vitalicias, expresadas como debate “profesionalismo v/s cientificismo” se reduce a las alternativas de dominación total e inmediata de los intereses capitalistas sobre la Universidad o “independencia relativa” para poder servir mejor a los mismos intereses de las grandes empresas, nacionales y multinacionales.
Lo que se resalta al interior de la carrera de sociología es que ninguno de los tres discursos que hoy pueden ser abordables caracteriza mejor el desarrollo de la carrera ¿por qué? Porque tal vez ninguno de sus componentes se ha dedicado ha hacer sociología y ha preferido sumarse a una neutralidad que sólo consolida su situación de extremo enfermo al interior de la UFRO. Lo que hay que entender es que la carrera no encuentra un apoyo significativo de ningún actor al interior de la Universidad, ya que dentro de las líneas que hemos mencionado, 1) como burbuja intelectual, 2) como instrumento del capital, o 3) como alternativa para las mayorías. No existe fundamentación práctica que avale una de estas líneas, ni siquiera una mezcla conjunta de estos criterios que sean respaldados por sujetos concretos.
Las líneas de definición de la carrera y la disciplina
Hemos dejado claro que no vamos a comprender la carrera sin entender el medio social en el que se desarrolla. Desde esta perspectiva debemos comprender que cuando la carrera no responde a las necesidades que realiza la sociedad de ella misma, lo más posible es que se convierta en una carga, en una isla, y tarde o temprano desaparezca.
El desarrollar un proyecto de carrera desde las distintas perspectivas involucraría someter una serie de cuestiones a confrontación, pero el afirmar que uno de estos se está desarrollando en la carrera debe ser avalado por hechos concretos y no por aprensiones personales o sentimentalismo rústicos e insulsos. Lo importante es someter estas líneas y discusiones que se vienen desarrollando, no tan sólo en la universidad, sino en toda la sociedad acerca del rol de la Universidad y el papel de la ciencia en el bienestar de la humanidad.
1) La sociología al servicio del capital y la mercantilización: el operar en éste sentido involucra someterse a la relación que la iniciativa del gobierno y el sector productor han ido conformando de acuerdo al contexto internacional, en donde el crecimiento económico y la tasa de ganancia se anteponen como necesidades vitales para la población en general, mientras ese crecimiento es disfrutado por un mínimo de la población que usufructo y explota al resto imponiendo la lógica del capital adonde vaya. Los acercamientos en esta línea han sido expresado por la misma Universidad firmando acuerdos conjuntos con el sector empresarial de la región en la materia de innovación de tecnologías, lo que traducido significa el continuo desarrollo de las fuerzas productivas. Pero esto ¿Cómo llega a las ciencias sociales? Todos estos procesos no pueden coexistir sin una ideología o sin capital humano que éste dispuesto a generara capacitaciones, asesorías, etc., a los patrones de turno con el fin de generar mayores ganancias y hacer más efectivo el proceso de producción. Un gran amigo de esta línea es el sr. J.J. Brunner y su “guiar al mercado”; el mundo ideal de la ideología patronal y la lógica del mercado sobre cualquier criterio.
2) La sociología al servicio de la sociología: la fetichización de la disciplina puede parecer un chiste para algunos, pero significa una realidad en sí misma, y casi una práctica religiosa y mística hacia la adoración de un tótem titulado ciencia y coronado por una enredadera de extravagancias inelegibles. Detrás de ella se escode un oscurantismo de la realidad y una lealtad a la comunidad científica sobre todas las atingencias de la realidad y a la necesidad de responder socialmente a través de la disciplina no a la disciplina sino a problemas prácticos de la cotidianidad. Es ese contacto con el suelo que hace que una disciplina tenga pies y objetivos concretos, que su existencia no sea método de vacilación y miedo en la respuesta, sino que sea tema de legitimación social y no solamente científica. El llamado burdamente “contacto con el medio social” que obviamente puede implicar el medio empresarial como no (por decisión de la carrera frente al tema) o el de fortalecimiento de organizaciones sociales, proyectos, etc., es la espina dorsal de esta línea. Pero, aunque reconocemos a la vez que éste proceso de fortalecimiento de la disciplina es importante, este discurso debe ir acompañado siempre por productos, y la investigación y enseñanza no pueden ser los fundamentos de éste desarrollo, sino se realizan de acuerdo a una concepción que supere la división sujeto/objeto.
3) La sociología al servicio de las mayorías sociales: mientras todos los sectores se encargan de requerirle a la universidad lo que desean de ella, las mayorías permanecen ausentes de la discusión, y cuando intervienen lo hacen de forma abrupta, colapsando los métodos de cálculo e interpretación utilizado por los esquemáticos paradigmas formales. La sociología al servicio de las mayorías implica una concepción distinta de la sociedad, de la labor de la sociología en la misma y su definición de acuerdo a necesidades concretas ya no de grupos minoritarios e intereses particulares que hoy en día se adueñan del “bien común” como pretexto legitimador, sino de sujetos marginados y explotados por el mismo sistema. Una orientación completa desde los fines y objetivos del profesional, su vocación, etc., hasta la crítica radical a las ideologías dominantes y la incertidumbre y miseria en que mantienen a las mayorías sociales, manteniendo altos índices de desigualdad político, económica, cultural y social. Se trata del acercamiento a las organizaciones sociales, a los sindicatos, a la clase obrera, a concepción del cambio social, a la transformación social desde una perspectiva trazada en la praxis.
Capturando las ideas centrales de cada una de las líneas que he detallado podemos llegar a un acuerdo: estas tres líneas al interior de la carrera puede que existan en un grado de convivencia, pero no están esquematizadas en un proyecto conjunto de carrera. A lo que me refiero a que “existen” es que como discursos y en la malla curricular las dos primeras están contempladas, pero no así en hechos prácticos ¿me refiero aquí a una contradicción? Claro, porque sostener un discurso anti-mercado involucra a la vez un proceso de producción científica e intelectual que sirva a las clases oprimidas, y no tan sólo una oposición simbólica a los procesos de privatización, sino una respuesta desde la disciplina y un hacer práctico de sus actores que no recaiga en el silogismo de la cientificidad. De esta misma forma la cientificidad intelectual y su rigurosidad objetiva no pueden quedar aisladas de las prácticas sociales de los sujetos sociales concretos, sino que deben ir acompañadas de un contacto canalizable con el “medio social” a través de un proyecto de carrera referido a la realidad y no a los métodos fetichizados.
Es por eso que cuando se tratan de abordar temáticas como la producción científica de la carrera nos encontramos en la más nula niebla, especialmente si nos referimos al cuerpo académico que hasta el momento no sabe como revitalizar esta carrera en un viraje que desde el mismo contexto social es exigible. Quien haya visto la protesta de los estudiantes secundarios y no haya sacado conclusiones acerca de la educación en Chile y de la comparsa estatal está frito a la hora de implementar un proyecto de carrera.
La disciplina y su postura bizarra de la neutralidad intelectual
Las indecisiones pueden conducir a que no se adopte postura frente a los fenómenos que en realidad los mismos hombres y mujeres concretos generamos, y es ahí donde la neutralidad sólo aparece como un ambigüismo frente a la discusiones y reflexiones que la disciplina debe hacer de sí misma para continuar existiendo de acuerdo a preceptos básicos que legitimen su accionar, no tan sólo por libros atrofiados de conocimientos espurios, magnificentes en sus numerosas páginas, sino que a través de la misma transformación de la realidad. Ya hemos entendido que la ciencia no nace de la nada, ni se reproduce sin concebir su entorno o las necesidades de sujetos concretos, sino que se determina por transformaciones sociales históricas, sino es cosa de revisar la evolución de la ciencia y sus métodos, y compararlas con el desarrollo de la sociedad que conocemos por moderna.
Por ello el tratar de gestar un discurso insulso de abierta pluralidad, donde lo que menos se desarrolla es pluralidad, o donde la pluralidad se entiende por “libre albedrío” sin ninguna intención de trabajo concreta por la recomprensión de la disciplina de acuerdo a la lucha de clases
[1], o al contexto social donde se desarrolla ¿Qué descansa tras de toda esta aberración a un proyecto de carrera referido a la sociedad? ¿Es qué acaso no le vendría bien a los trabajadores y el pueblo (las mayorías sociales) la generación de conocimiento crítico que combata la avalancha de la ideología dominante que explota los medios de comunicación, en vez de llamarse al silencio o pelear por desterrar de las cátedras conceptos como “lucha de clases” o directamente “clase obrera” como se intentó hacer hace muy poco, significando el cierre de la carrera durante un período dictatorial y represor en Chile?
Hay argumentos políticos y económicos que no podemos obviar. Como decía el viejo Marx, el único objetivo de la producción social es la producción de la plusvalía (trabajo no-pago del trabajador) y su apropiación por parte del capitalista. Desde este punto de vista, si la Universidad no contribuye a este objetivo pierde su razón de ser, es “no-válida”. Pero a nosotros nos cabe una acotación que hacer ¿Por qué en la carrera no se ha avanzado ni siquiera en éste proceso de mercantilización, el cual obviamente su mayor exponente es la acreditación? ¿Por qué esa no-validez se ha dado sin que siquiera exista un proyecto alternativo al del mercado? Porque la carrera no cumple con el “dogmatismo” profesionalista ni con la plegaria cientificista. No es capaz, en las condiciones que se encuentra, de dar un paso hacia el mercado, ni de sostener una neutralidad reaccionaria fundamentada en productos de labor intelectual de sus académicos, ni menos de alumnos que no encuentran calidad en su profesorado y en su mayoría no desarrollan la iniciativa de responder a las necesidades sociales, sino que asumen un mutismo conservador o la queja de pasillo forzada.
Por ello este enfermo crónico fue diagnosticado como crítico en su condición de crítico por la CNAP[2], ya que lo expuesto anteriormente acerca de las líneas políticas de desarrollo de la disciplina han sido coartadas, no tan sólo por una mediocridad o incapacidad de responder desde el mundo académico y estudiantil, sino que de la motivación y concepción privada que tenemos los actores a la hora de generar un proyecto como la carrera ¿a qué me refiero con esto? A que las cúpulas académicas mantienen sus trabajos sin ninguna preocupación, mientras la estabilidad del status quo de la carrera se conserva y que pretenden sea propio del equilibrio infinito que avala su labor como académicos no se perturbe, las mejoras en la carrera no se hacen factibles por un “giro ético” de parte de los profesores, ni tampoco por una moral metafísica revolucionaria de los estudiantes, sino que parte de la necesidad concreta de que la carrera está en decadencia, y más allá de ello, se encuentra parada sobre el aire.
El interés privado con que contamos desde el inicio de este ensayo, se refleja en la misma actitud de los profesores y alumnos frente a las exigencias concretas al sistema de educación superior, ejemplificada en las prácticas a través de la carrera. Vemos como las metas y objetivos de la mayoría de los estudiantes son salir de la carrera lo más pronto posible, no criticar nada, no aportar nada, en definitiva pagar su mercancía y irse. Pero ¿Podemos culparnos por esto? No, no podemos. Suponerles un imperativo categórico está demás decirlo no va con la apreciación de éste contexto. Lo que si es cuestionable y exigible es hacer el ejercicio acerca de lo que significa vivir hoy el presente como una eventualidad histórica y no como una imposición mística del cielo. Y por ello, es que el cuestionamiento hacia su misma labor como profesionales y ha su disciplina debe, en algún punto del desarrollo de su concepción sociológica de la realidad, una apertura a este debate.
Mientras nos sostenemos en el aire. Esto porque como dije al comienzo ni el profesionalismo mercantil, a través de la CNAP, ni la burbuja científica, a través de la misma producción intelectual de la carrera, ni la sociología de las mayorías, a través de los estudiantes o el conjunto de la carrera, encuentra apoyo en hechos concretos que expongan de por medio un criterio de definición de la carrera que sumase un conjunto de fuerzas para implementar definitivamente su concepción sobre las demás. Pero antes de continuar esto debemos resaltar que una práctica como “relación con el medio social” es interpretable de distinta forma por cada línea por ello la Comisión Nacional de Acreditación encontró algunos acuerdos con los puntos expuestos por el alumnado.
El “NO” del mercado y el “NO” de la sociedad: la CNAP v/s los estudiantes.
La revista virtual Universia del día 27 de enero del 2006 “la acreditación institucional es el reconocimiento público de que una institución cuenta con políticas y mecanismos que le permiten verificar que sus propósitos en el campo de la gestión y la docencia conducente a título se logran con un nivel adecuado de calidad” esto con relación a la función que cumpliría la misma Comisión Nacional de Acreditación (CNAP) en torno a la regulación de la educación impartida a nivel nacional.
El Proyecto de Ley de Acreditación, votado por la Cámara de Diputados, en tercer trámite, el día 24 de enero del presente año, “proyecto de ley que establece un sistema nacional tendiente a asegurar la calidad de la educación superior”[3], implicaba a los ojos del régimen burgués cuatro funciones que llegan a consolidar el proceso de educación superior a lo Pinochet,
1. El licenciamiento se refiere a la evaluación, aprobación y supervisión de las nuevas instituciones, incluyendo la apertura de nuevas sedes académicas y carreras.
La acreditación institucional apunta a la autoevaluación, evaluación externa y un pronunciamiento de la Comisión Nacional de Acreditación respecto de las universidades que han obtenido su autonomía.La acreditación de carreras y programas de pre y posgrado se otorgan por plazos máximos de 7 años, labora que, por ende, requiere de una permanente actualización.Finalmente la información se refiere a la identificación, recolección y difusión de los antecedentes necesarios para la gestión del sistema, la gestión institucional y la información pública para los distintos usuarios.La comisión de acreditaciónEste organismo colegiado, previsto en el proyecto, estará formado por representantes del estado y del sector privado.La Comisión\n Nacional de Acreditación la integrarán un académico designado por el Presidente de la República, tres académicos universitarios designados por el Consejo de Rectores, dos académicos de las universidades privadas, un docente designado por rectores de institutos profesionales, un docente designado por rectores de centros de formación técnica, dos académicos designados por Conicyt, el jefe de la División de Educación Superior del Mineduc y dos representantes de los estudiantes.Mientras se tramita el proyecto, la función de acreditación la realiza la Comisión Nacional de Acreditación del Pregrado.La acreditación de las universidades públicas y privadas es clave para asegurar la calidad de la educación superior y recibir recursos como becas y garantía del estado a créditos que se entregarán a los alumnos a partir de este año.El sistema de educación superior chileno, que incluye universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica,\n abarca a 600 mil alumnos, 4 veces más de lo que el sistema poseía a comienzos de los años 90.Fuente:Cámara de Diputados ",1]
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La acreditación institucional apunta a la autoevaluación, evaluación externa y un pronunciamiento de la Comisión Nacional de Acreditación respecto de las universidades que han obtenido su autonomía.
La acreditación de carreras y programas de pre y posgrado se otorgan por plazos máximos de 7 años, labora que, por ende, requiere de una permanente actualización.
Finalmente la información se refiere a la identificación, recolección y difusión de los antecedentes necesarios para la gestión del sistema, la gestión institucional y la información pública para los distintos usuarios. (revista digital Universia 24/01/06).
Pero independiente de esta disección de los puntos que involucra la ley de acreditación, que tienen un carácter normativo dentro de la oferta de educación superior y por lo tanto del precio y calidad de las mercancías ofrecidas por las universidades donde el Estado comienza a jugar un rol objetivado como “fiscalizador y castigador”, se consolida el modelo de universidad implementado por la dictadura el año 1981 con el decreto fuerza ley N° 4 donde se fijan normas sobre el financiamiento de las universidades y la ley Nº 3541 de 1980, en donde se faculta la estructura y las nuevas funciones de la universidad, convirtiéndose así en la expresión del modelo de economía neoliberal que el régimen militar aplicó... dentro del llamado “programa de modernización nacional”[4].
La acreditación se configura como un modo regulativo de la calidad de parte del estado, en donde el estado asume un rol de fiscalizador en el que se vuelve a configurar una acción pasiva de evaluador, que es la que puede ejercer el régimen burgués contra los patrones: una acción reaccionaria hacia la clase trabajadora, a sus intereses y a la educación estatal.
Las desregulaciones que el mismo sistema de mercado impuesto a las universidades por la dictadura militar y patronal ha motivado al Estado burgués a tomar una política que no perjudique al consumidor de educación superior en Chile, y de esta forma, conservando la estructura organizacional y los objetivos de la actual educación superior señalados en 1980, el modelo se perfecciona para poseer mayor credibilidad a nivel del mercado nacional como en el internacional. Pero ¿Cómo es que se contraponen entonces CNAP y sociedad? En la misma medida en que todo el sistema educativo no va en razón de las mayorías sociales, los contenidos de la evaluación de la CNAP no atraviesan esta discusión, sino que los criterios de la Comisión están referidos a pautas determinadas no la tercera línea que hoy hemos caracterizado superficialmente como sociología de las mayorías, sino que al profesionalismo y el cientificismo.
La respuesta de la CNAP ha sido, por lo tanto un NO a la acreditación, pero un “NO por derecha” en cuanto al proyecto de carrera que hoy tenemos. Mientras que muchos de los estudiantes sosteníamos y sostenemos un “NO por izquierda” al carácter de la carrera.
El que ambos NO se encontraran en el resultado final, se asocia a que en ninguna forma había una línea adoptada y desarrollada por la carrera, y por ello mismo vemos el proceso de la carrera de reformularse no sometido a las presiones económicas o las promesas mesiánicas de la acreditación, sino que al mismo proceso desencadeno del malestar de los estudiantes en su respuesta negativa a adoptar un continuismo en el congelamiento eterno de la labor académica e investigativa, no sólo en calidad, sino también en contenidos y productos. La relación vendedor/consumidor es sobrepasada y no se asemeja a las expectativas que la CNAP espera tengamos de ella como ente “solucionador de problemas” o SERNAC de la educación.
La relación de la carrera y el contexto social: el espejismo de la sociología
La ausencia del contacto de la carrera con el medio social o contexto regional que fue detectada por la misma CNAP, es respaldada por el estudiantado. ¿En qué sentido? No en la forma en que se arguye que el contacto social de la carrera se realiza a través de los estudiantes, delegando abruptamente la responsabilidad de no poseer una orientación planificada del proyecto de carrera que se desea trazar al conjunto del estudiantado, sino que identificando una profunda deficiencia del conjunto de los académicos a emprender trabajos relacionados con el desarrollo de la carrera y la sociedad en conjunto.
Cuando le preguntan ¿qué hace un sociólogo? El único referente inmediato que posee son los académicos, y si luego pregunta ¿qué hacen estos académicos aparte de dictar amenas charlas al interior de las aulas? La respuesta queda en el suspenso generalizado… ¿Por qué? Porque la carrera no avanza en un proyecto conjunto entre los estamentos de la carrera hacia una concepción del medio social como elemento central, mientras las actividades privadas se suman y siguen, y las capacidades y recursos existentes para las áreas de investigación e intervención no se realizan de acuerdo a un programa de la carrera, sino con académicos que, captando sus limitantes como docentes, deciden continuar en labores que de hecho hacen que la carrera aún no tenga un espacio ganado ni siquiera en el espacio y debate regional.
La pregunta entonces ¿dónde están los profesores? Parece más que obvia frente a ésta situación. Dentro la “pluralidad esquemática” que nos propone la malla, existe una serie de contenidos que hacen pensar a esta carrera como un puntal dentro de la formación y evaluación de políticas públicas, una carrera abocada al desarrollo territorial de la región, o una sociología conectada con el mundo empresarial. De estas tres suposiciones entregadas por los contenidos de la malla ninguna deja de ser un simple espejismo para quienes desean obtener una impresión de la carrera o se encuentren en búsqueda de una oferta educacional.
Las intervenciones han tratado de ser extrapoladas a los trabajos de los estudiantes[5]. A esos eternos laboratorios y sus efímeros resultados que la desconsideración y falta de oportunidades de publicación o interés de real de la carrera de agrupar éste conocimiento, hacen que sólo sean pequeñas corrientes sobre un mar calmo y pasivo. Con esto se muestra la contradicción de la ineficiencia académica que trata de poner la responsabilidad del estudiante con el medio social, mientras no es capaz de rescatar y agrupar los conocimientos producidos por el alumnado para un proceso de serio de producción intelectual como carrera de sociología. Por ello, es que la carrera sigue en silencio, como tal, frente a las problemáticas de la región.
Como dicen en casa de herrero cuchillo de palo. La carrera no se ha puesto a trabajar, pese a que en la malla curricular tienen al estudiantado haciendo proyectos desde tercer año, en el desarrollo de proyectos, en la captación de recursos, que pese a ser mínimos y meros “salvavidas” que fomentan la competitividad entre la educación estatal, no hemos sido capataces de estar a la altura de lo que ello significa. Esto tanto como legitimación como negación. ¿Por qué? Porque como legitimación de los proyectos y sus fondos concursables (FONDEF, CONICYT, etc.) no hemos recibido, “ni ganado”, un concurso en años; mientras que como negación no hemos sido capaces de responder con producción intelectual que se desarrolle en contra de las políticas de gobierno y al instrumentalización ideológica de la disciplina en este tema.
Es por esto que cuando esta pasividad se fundamenta en un discurso anti-sistema, anti mercantil, etc., sólo sirve como cortina de humo para esconder realmente la poca capacidad académica de responder a la realidad social y de desarrollar un proyecto de carrera. Esconderse detrás de un discurso anti-neoliberal sin desde la práctica intelectual ofrecer instrumentos a las clases trabajadoras, a las mayorías sociales, sólo puede ser catalogada de cobardía intelectual y mediocridad académica.
Por ello entablar diálogos progresistas, o de avanzada reformista sin consolidar una práctica real de intelectual comprometido con la realidad social, con la ausencia de productos concretos en ésta materia, sólo puede ser interpretado como un cliché que borda en la extravagancia y la moda contestaria pequeño-burguesa.
La docencia y sus dolencias: ¿Cirugía mayor o anestesia local?
La mala calidad docente ha sido un tema ultra conversado desde mítines, claustros, jornadas, la peña del viernes, etc., todos llegando a conclusiones similares.
El diagnóstico de parte del conjunto del estudiantado se ha puesto sobre la mesa en la misma visita de la CNAP a nuestra Universidad, pero cabe algo resaltar, que pese a todo el proceso en que se detectaron las debilidades y fortalezas de la carrera, y encontramos que las debilidades han superado ampliamente a las fortalezas, luego de 7 meses de la visita aún no existen transformaciones o cambios en éste sentido. Pues ¿qué pretendemos? ¿Cambiar a todos los profesores y qué los echen definitivamente de las universidades? No parece ser la solución más abordable, porque en definitiva quienes componen la carrera hoy son los llamados a reformularla son sus actores. Las castas del gobierno universitario sólo miran atónitos como esta carrera fragua su destino y esperan el más leve descuido para cerrarla definitivamente.
Lo claro sí, es que viendo el declive en que se encuentra la carrera frente a los procesos de validación institucional, se le ha dejado a la deriva naufragando por los mares que sólo Ulises recuerda en 30 años de viaje, mientras la carrera sigue igualmente debilitada y sin ninguna mejora aparente, tratando de burocratizar el proceso a través de una “comunidad sociológica” que de hecho servirá como argumento de consenso y desviación cuando los estudiantes tengan claro su proyecto de carrera. No es necesario detallar más, pero así señalar que luego de que la Facultad ha visto la crisis académica que atraviesa esta carrera, las falencias enormes en una serie de ramos, las ortodoxas clases al borde de la edad media del conocimiento teo-científico, y el nulo contacto con el medio social que se mantiene hasta hoy, no ha aparecido una resolución de la facultad o del departamento de contratar a profesores de alto rendimiento académico. Esto por un lado, mientras que cuando los hemos tenido, como en el caso del profesor Ramón Gutiérrez lo único que se decide es terminar con su contrato, luego de someterlo a una explotación con precedente en las fábricas del siglo XIX en Inglaterra.
A esta hora, ya es imposible que la mayoría de los profesores y profesoras no se den cuenta de que están siendo sobrepasados por las exigencias de los estudiantes y de la contingencia social, que exige constantemente mayor calidad académica y de renovación de los contenidos, en cuanto a “refrescar” las antiguas cátedras por el mismo desarrollo de la realidad social y, por lo tanto, del sistema ciencia. La pregunta en esta materia es ¿Qué se ha hecho para superar este anquilosamiento de la carrera en las telarañas de la tradición sociológica? ¿Qué decisiones han tomado los profesores de acuerdo a sus resultados “ultra secretos” de evaluación docente?
Durante la existencia de la carrera, han existido varias instancias que otros documentos profundizan más acerca de las necesidades de generar un cambio definitivo en la malla curricular como en al carrera en general, pero sólo deseo referirme a la última propuesta del año 2001 de parte del profesor Chávez, en donde se sostenía un acuerdo que consistía en la implementación de las cátedras de ciencia, tecnología y sociedad; naturaleza y sociedad; transformaciones de la modernidad I y II, y la instauración de una línea de formación de “fundamentos filosóficos y éticos de la modernidad”.
Pese a no compartir plenamente la propuesta, se deben encontrar las respuestas del por qué planes o propuestas de éste tipo son rechazadas por el conjunto de la facultad, el departamento o el cuerpo de profesores, mientras los estudiantes no mantenemos o nos mantienen al margen de discusiones de éste tipo. La respuesta negativa a implementar planes de estas características que, si uno lo mira detenidamente, significan una recomposición de acuerdo a las temáticas del profesionalismo y el cientificismo, pero que obviamente indican un proceso de actualización de acuerdo a las contingencias de la realidad social, hacen pensar en que detrás de todo plan de reformular la carrera de acuerdo a un plan de estas características se encontrará una “piedra de tope”: hay una limitante que está dada por la misma capacidad del profesorado y el dominio de las temáticas que cada uno de ellos posee.
Esto obviamente no es parte de un circuito interno de dominio, sino que existe una complicidad inmanente de parte de toda la autoridad y la burocracia universitaria. Estas castas que se niegan a desaparecer en los espacios de alto poder secular, respaldan y aprueban la acción de sociología como carrera. El decanato, el departamento están dispuestos a tratar de mantener el equilibrio infinito con el fin de no ser removidos de los sillones del poder. ¿Qué saben estos administradores del conocimiento acerca de las falencias de la carrera de sociología? ¿Qué saben estos señores feudales de la renovación del conocimiento sociológico? De lo primero lo saben todo, de lo segundo parece que nada.
El fenómeno es desatacar que ninguna autoridad ha intervenido la carrera, y sólo intervendrá para cerrarla. Esto por presiones institucionales y gubernamentales, más que propias de las ciencias sociales. El negocio se acaba dejando como saldo un enfermo crítico en la sala de operaciones con cirujanos que sólo conocen de los métodos medievales de extirpación miembros para evitar la lepra.
Recomposición estudiantil: el proyecto de los estudiantes entra al ring
Hay argumentos políticos y económicos que no podemos obviar. Como decía el viejo Marx, el único objetivo de la producción social es la producción de la plusvalía (trabajo no-pago del trabajador) y su apropiación por parte del capitalista. Desde este punto de vista, si la Universidad no contribuye a este objetivo pierde su razón de ser, es “no-válida”. Pero a nosotros nos cabe una acotación que hacer ¿Por qué en la carrera no se ha avanzado ni siquiera en éste proceso de mercantilización, el cual obviamente su mayor exponente es la acreditación? ¿Por qué esa no-validez se ha dado sin que siquiera exista un proyecto alternativo al del mercado? Porque la carrera no cumple con el “dogmatismo” profesionalista ni con la plegaria cientificista. No es capaz, en las condiciones que se encuentra, de dar un paso hacia el mercado, ni de sostener una neutralidad reaccionaria fundamentada en productos de labor intelectual de sus académicos, ni menos de alumnos que no encuentran calidad en su profesorado y en su mayoría no desarrollan la iniciativa de responder a las necesidades sociales, sino que asumen un mutismo conservador o la queja de pasillo forzada.
Por ello este enfermo crónico fue diagnosticado como crítico en su condición de crítico por la CNAP[2], ya que lo expuesto anteriormente acerca de las líneas políticas de desarrollo de la disciplina han sido coartadas, no tan sólo por una mediocridad o incapacidad de responder desde el mundo académico y estudiantil, sino que de la motivación y concepción privada que tenemos los actores a la hora de generar un proyecto como la carrera ¿a qué me refiero con esto? A que las cúpulas académicas mantienen sus trabajos sin ninguna preocupación, mientras la estabilidad del status quo de la carrera se conserva y que pretenden sea propio del equilibrio infinito que avala su labor como académicos no se perturbe, las mejoras en la carrera no se hacen factibles por un “giro ético” de parte de los profesores, ni tampoco por una moral metafísica revolucionaria de los estudiantes, sino que parte de la necesidad concreta de que la carrera está en decadencia, y más allá de ello, se encuentra parada sobre el aire.
El interés privado con que contamos desde el inicio de este ensayo, se refleja en la misma actitud de los profesores y alumnos frente a las exigencias concretas al sistema de educación superior, ejemplificada en las prácticas a través de la carrera. Vemos como las metas y objetivos de la mayoría de los estudiantes son salir de la carrera lo más pronto posible, no criticar nada, no aportar nada, en definitiva pagar su mercancía y irse. Pero ¿Podemos culparnos por esto? No, no podemos. Suponerles un imperativo categórico está demás decirlo no va con la apreciación de éste contexto. Lo que si es cuestionable y exigible es hacer el ejercicio acerca de lo que significa vivir hoy el presente como una eventualidad histórica y no como una imposición mística del cielo. Y por ello, es que el cuestionamiento hacia su misma labor como profesionales y ha su disciplina debe, en algún punto del desarrollo de su concepción sociológica de la realidad, una apertura a este debate.
Mientras nos sostenemos en el aire. Esto porque como dije al comienzo ni el profesionalismo mercantil, a través de la CNAP, ni la burbuja científica, a través de la misma producción intelectual de la carrera, ni la sociología de las mayorías, a través de los estudiantes o el conjunto de la carrera, encuentra apoyo en hechos concretos que expongan de por medio un criterio de definición de la carrera que sumase un conjunto de fuerzas para implementar definitivamente su concepción sobre las demás. Pero antes de continuar esto debemos resaltar que una práctica como “relación con el medio social” es interpretable de distinta forma por cada línea por ello la Comisión Nacional de Acreditación encontró algunos acuerdos con los puntos expuestos por el alumnado.
El “NO” del mercado y el “NO” de la sociedad: la CNAP v/s los estudiantes.
La revista virtual Universia del día 27 de enero del 2006 “la acreditación institucional es el reconocimiento público de que una institución cuenta con políticas y mecanismos que le permiten verificar que sus propósitos en el campo de la gestión y la docencia conducente a título se logran con un nivel adecuado de calidad” esto con relación a la función que cumpliría la misma Comisión Nacional de Acreditación (CNAP) en torno a la regulación de la educación impartida a nivel nacional.
El Proyecto de Ley de Acreditación, votado por la Cámara de Diputados, en tercer trámite, el día 24 de enero del presente año, “proyecto de ley que establece un sistema nacional tendiente a asegurar la calidad de la educación superior”[3], implicaba a los ojos del régimen burgués cuatro funciones que llegan a consolidar el proceso de educación superior a lo Pinochet,
1. El licenciamiento se refiere a la evaluación, aprobación y supervisión de las nuevas instituciones, incluyendo la apertura de nuevas sedes académicas y carreras.
La acreditación institucional apunta a la autoevaluación, evaluación externa y un pronunciamiento de la Comisión Nacional de Acreditación respecto de las universidades que han obtenido su autonomía.La acreditación de carreras y programas de pre y posgrado se otorgan por plazos máximos de 7 años, labora que, por ende, requiere de una permanente actualización.Finalmente la información se refiere a la identificación, recolección y difusión de los antecedentes necesarios para la gestión del sistema, la gestión institucional y la información pública para los distintos usuarios.La comisión de acreditaciónEste organismo colegiado, previsto en el proyecto, estará formado por representantes del estado y del sector privado.La Comisión\n Nacional de Acreditación la integrarán un académico designado por el Presidente de la República, tres académicos universitarios designados por el Consejo de Rectores, dos académicos de las universidades privadas, un docente designado por rectores de institutos profesionales, un docente designado por rectores de centros de formación técnica, dos académicos designados por Conicyt, el jefe de la División de Educación Superior del Mineduc y dos representantes de los estudiantes.Mientras se tramita el proyecto, la función de acreditación la realiza la Comisión Nacional de Acreditación del Pregrado.La acreditación de las universidades públicas y privadas es clave para asegurar la calidad de la educación superior y recibir recursos como becas y garantía del estado a créditos que se entregarán a los alumnos a partir de este año.El sistema de educación superior chileno, que incluye universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica,\n abarca a 600 mil alumnos, 4 veces más de lo que el sistema poseía a comienzos de los años 90.Fuente:Cámara de Diputados ",1]
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La acreditación institucional apunta a la autoevaluación, evaluación externa y un pronunciamiento de la Comisión Nacional de Acreditación respecto de las universidades que han obtenido su autonomía.
La acreditación de carreras y programas de pre y posgrado se otorgan por plazos máximos de 7 años, labora que, por ende, requiere de una permanente actualización.
Finalmente la información se refiere a la identificación, recolección y difusión de los antecedentes necesarios para la gestión del sistema, la gestión institucional y la información pública para los distintos usuarios. (revista digital Universia 24/01/06).
Pero independiente de esta disección de los puntos que involucra la ley de acreditación, que tienen un carácter normativo dentro de la oferta de educación superior y por lo tanto del precio y calidad de las mercancías ofrecidas por las universidades donde el Estado comienza a jugar un rol objetivado como “fiscalizador y castigador”, se consolida el modelo de universidad implementado por la dictadura el año 1981 con el decreto fuerza ley N° 4 donde se fijan normas sobre el financiamiento de las universidades y la ley Nº 3541 de 1980, en donde se faculta la estructura y las nuevas funciones de la universidad, convirtiéndose así en la expresión del modelo de economía neoliberal que el régimen militar aplicó... dentro del llamado “programa de modernización nacional”[4].
La acreditación se configura como un modo regulativo de la calidad de parte del estado, en donde el estado asume un rol de fiscalizador en el que se vuelve a configurar una acción pasiva de evaluador, que es la que puede ejercer el régimen burgués contra los patrones: una acción reaccionaria hacia la clase trabajadora, a sus intereses y a la educación estatal.
Las desregulaciones que el mismo sistema de mercado impuesto a las universidades por la dictadura militar y patronal ha motivado al Estado burgués a tomar una política que no perjudique al consumidor de educación superior en Chile, y de esta forma, conservando la estructura organizacional y los objetivos de la actual educación superior señalados en 1980, el modelo se perfecciona para poseer mayor credibilidad a nivel del mercado nacional como en el internacional. Pero ¿Cómo es que se contraponen entonces CNAP y sociedad? En la misma medida en que todo el sistema educativo no va en razón de las mayorías sociales, los contenidos de la evaluación de la CNAP no atraviesan esta discusión, sino que los criterios de la Comisión están referidos a pautas determinadas no la tercera línea que hoy hemos caracterizado superficialmente como sociología de las mayorías, sino que al profesionalismo y el cientificismo.
La respuesta de la CNAP ha sido, por lo tanto un NO a la acreditación, pero un “NO por derecha” en cuanto al proyecto de carrera que hoy tenemos. Mientras que muchos de los estudiantes sosteníamos y sostenemos un “NO por izquierda” al carácter de la carrera.
El que ambos NO se encontraran en el resultado final, se asocia a que en ninguna forma había una línea adoptada y desarrollada por la carrera, y por ello mismo vemos el proceso de la carrera de reformularse no sometido a las presiones económicas o las promesas mesiánicas de la acreditación, sino que al mismo proceso desencadeno del malestar de los estudiantes en su respuesta negativa a adoptar un continuismo en el congelamiento eterno de la labor académica e investigativa, no sólo en calidad, sino también en contenidos y productos. La relación vendedor/consumidor es sobrepasada y no se asemeja a las expectativas que la CNAP espera tengamos de ella como ente “solucionador de problemas” o SERNAC de la educación.
La relación de la carrera y el contexto social: el espejismo de la sociología
La ausencia del contacto de la carrera con el medio social o contexto regional que fue detectada por la misma CNAP, es respaldada por el estudiantado. ¿En qué sentido? No en la forma en que se arguye que el contacto social de la carrera se realiza a través de los estudiantes, delegando abruptamente la responsabilidad de no poseer una orientación planificada del proyecto de carrera que se desea trazar al conjunto del estudiantado, sino que identificando una profunda deficiencia del conjunto de los académicos a emprender trabajos relacionados con el desarrollo de la carrera y la sociedad en conjunto.
Cuando le preguntan ¿qué hace un sociólogo? El único referente inmediato que posee son los académicos, y si luego pregunta ¿qué hacen estos académicos aparte de dictar amenas charlas al interior de las aulas? La respuesta queda en el suspenso generalizado… ¿Por qué? Porque la carrera no avanza en un proyecto conjunto entre los estamentos de la carrera hacia una concepción del medio social como elemento central, mientras las actividades privadas se suman y siguen, y las capacidades y recursos existentes para las áreas de investigación e intervención no se realizan de acuerdo a un programa de la carrera, sino con académicos que, captando sus limitantes como docentes, deciden continuar en labores que de hecho hacen que la carrera aún no tenga un espacio ganado ni siquiera en el espacio y debate regional.
La pregunta entonces ¿dónde están los profesores? Parece más que obvia frente a ésta situación. Dentro la “pluralidad esquemática” que nos propone la malla, existe una serie de contenidos que hacen pensar a esta carrera como un puntal dentro de la formación y evaluación de políticas públicas, una carrera abocada al desarrollo territorial de la región, o una sociología conectada con el mundo empresarial. De estas tres suposiciones entregadas por los contenidos de la malla ninguna deja de ser un simple espejismo para quienes desean obtener una impresión de la carrera o se encuentren en búsqueda de una oferta educacional.
Las intervenciones han tratado de ser extrapoladas a los trabajos de los estudiantes[5]. A esos eternos laboratorios y sus efímeros resultados que la desconsideración y falta de oportunidades de publicación o interés de real de la carrera de agrupar éste conocimiento, hacen que sólo sean pequeñas corrientes sobre un mar calmo y pasivo. Con esto se muestra la contradicción de la ineficiencia académica que trata de poner la responsabilidad del estudiante con el medio social, mientras no es capaz de rescatar y agrupar los conocimientos producidos por el alumnado para un proceso de serio de producción intelectual como carrera de sociología. Por ello, es que la carrera sigue en silencio, como tal, frente a las problemáticas de la región.
Como dicen en casa de herrero cuchillo de palo. La carrera no se ha puesto a trabajar, pese a que en la malla curricular tienen al estudiantado haciendo proyectos desde tercer año, en el desarrollo de proyectos, en la captación de recursos, que pese a ser mínimos y meros “salvavidas” que fomentan la competitividad entre la educación estatal, no hemos sido capataces de estar a la altura de lo que ello significa. Esto tanto como legitimación como negación. ¿Por qué? Porque como legitimación de los proyectos y sus fondos concursables (FONDEF, CONICYT, etc.) no hemos recibido, “ni ganado”, un concurso en años; mientras que como negación no hemos sido capaces de responder con producción intelectual que se desarrolle en contra de las políticas de gobierno y al instrumentalización ideológica de la disciplina en este tema.
Es por esto que cuando esta pasividad se fundamenta en un discurso anti-sistema, anti mercantil, etc., sólo sirve como cortina de humo para esconder realmente la poca capacidad académica de responder a la realidad social y de desarrollar un proyecto de carrera. Esconderse detrás de un discurso anti-neoliberal sin desde la práctica intelectual ofrecer instrumentos a las clases trabajadoras, a las mayorías sociales, sólo puede ser catalogada de cobardía intelectual y mediocridad académica.
Por ello entablar diálogos progresistas, o de avanzada reformista sin consolidar una práctica real de intelectual comprometido con la realidad social, con la ausencia de productos concretos en ésta materia, sólo puede ser interpretado como un cliché que borda en la extravagancia y la moda contestaria pequeño-burguesa.
La docencia y sus dolencias: ¿Cirugía mayor o anestesia local?
La mala calidad docente ha sido un tema ultra conversado desde mítines, claustros, jornadas, la peña del viernes, etc., todos llegando a conclusiones similares.
El diagnóstico de parte del conjunto del estudiantado se ha puesto sobre la mesa en la misma visita de la CNAP a nuestra Universidad, pero cabe algo resaltar, que pese a todo el proceso en que se detectaron las debilidades y fortalezas de la carrera, y encontramos que las debilidades han superado ampliamente a las fortalezas, luego de 7 meses de la visita aún no existen transformaciones o cambios en éste sentido. Pues ¿qué pretendemos? ¿Cambiar a todos los profesores y qué los echen definitivamente de las universidades? No parece ser la solución más abordable, porque en definitiva quienes componen la carrera hoy son los llamados a reformularla son sus actores. Las castas del gobierno universitario sólo miran atónitos como esta carrera fragua su destino y esperan el más leve descuido para cerrarla definitivamente.
Lo claro sí, es que viendo el declive en que se encuentra la carrera frente a los procesos de validación institucional, se le ha dejado a la deriva naufragando por los mares que sólo Ulises recuerda en 30 años de viaje, mientras la carrera sigue igualmente debilitada y sin ninguna mejora aparente, tratando de burocratizar el proceso a través de una “comunidad sociológica” que de hecho servirá como argumento de consenso y desviación cuando los estudiantes tengan claro su proyecto de carrera. No es necesario detallar más, pero así señalar que luego de que la Facultad ha visto la crisis académica que atraviesa esta carrera, las falencias enormes en una serie de ramos, las ortodoxas clases al borde de la edad media del conocimiento teo-científico, y el nulo contacto con el medio social que se mantiene hasta hoy, no ha aparecido una resolución de la facultad o del departamento de contratar a profesores de alto rendimiento académico. Esto por un lado, mientras que cuando los hemos tenido, como en el caso del profesor Ramón Gutiérrez lo único que se decide es terminar con su contrato, luego de someterlo a una explotación con precedente en las fábricas del siglo XIX en Inglaterra.
A esta hora, ya es imposible que la mayoría de los profesores y profesoras no se den cuenta de que están siendo sobrepasados por las exigencias de los estudiantes y de la contingencia social, que exige constantemente mayor calidad académica y de renovación de los contenidos, en cuanto a “refrescar” las antiguas cátedras por el mismo desarrollo de la realidad social y, por lo tanto, del sistema ciencia. La pregunta en esta materia es ¿Qué se ha hecho para superar este anquilosamiento de la carrera en las telarañas de la tradición sociológica? ¿Qué decisiones han tomado los profesores de acuerdo a sus resultados “ultra secretos” de evaluación docente?
Durante la existencia de la carrera, han existido varias instancias que otros documentos profundizan más acerca de las necesidades de generar un cambio definitivo en la malla curricular como en al carrera en general, pero sólo deseo referirme a la última propuesta del año 2001 de parte del profesor Chávez, en donde se sostenía un acuerdo que consistía en la implementación de las cátedras de ciencia, tecnología y sociedad; naturaleza y sociedad; transformaciones de la modernidad I y II, y la instauración de una línea de formación de “fundamentos filosóficos y éticos de la modernidad”.
Pese a no compartir plenamente la propuesta, se deben encontrar las respuestas del por qué planes o propuestas de éste tipo son rechazadas por el conjunto de la facultad, el departamento o el cuerpo de profesores, mientras los estudiantes no mantenemos o nos mantienen al margen de discusiones de éste tipo. La respuesta negativa a implementar planes de estas características que, si uno lo mira detenidamente, significan una recomposición de acuerdo a las temáticas del profesionalismo y el cientificismo, pero que obviamente indican un proceso de actualización de acuerdo a las contingencias de la realidad social, hacen pensar en que detrás de todo plan de reformular la carrera de acuerdo a un plan de estas características se encontrará una “piedra de tope”: hay una limitante que está dada por la misma capacidad del profesorado y el dominio de las temáticas que cada uno de ellos posee.
Esto obviamente no es parte de un circuito interno de dominio, sino que existe una complicidad inmanente de parte de toda la autoridad y la burocracia universitaria. Estas castas que se niegan a desaparecer en los espacios de alto poder secular, respaldan y aprueban la acción de sociología como carrera. El decanato, el departamento están dispuestos a tratar de mantener el equilibrio infinito con el fin de no ser removidos de los sillones del poder. ¿Qué saben estos administradores del conocimiento acerca de las falencias de la carrera de sociología? ¿Qué saben estos señores feudales de la renovación del conocimiento sociológico? De lo primero lo saben todo, de lo segundo parece que nada.
El fenómeno es desatacar que ninguna autoridad ha intervenido la carrera, y sólo intervendrá para cerrarla. Esto por presiones institucionales y gubernamentales, más que propias de las ciencias sociales. El negocio se acaba dejando como saldo un enfermo crítico en la sala de operaciones con cirujanos que sólo conocen de los métodos medievales de extirpación miembros para evitar la lepra.
Recomposición estudiantil: el proyecto de los estudiantes entra al ring
Luego de bastante tiempo los estudiantes están cansados. Una masa de primer año que comienza a darse cuenta inmediata de las falencias de la carrera, que con una sagacidad increíble se da cuenta y está dispuesta a reclamar por la educación que está recibiendo; un segundo año que el año anterior mostró una actividad increíble en cuanto a participación en las luchas estudiantiles; un tercer año que comienza a recomponer un discurso frente a la charlatanería de algunos de sus catedráticos; cuarto año que muestra los mayores exponentes de esta crítica a la carrera y la con mayor posibilidades de desarrollar una avanzada en el proyecto de carrera, y un quinto año que posee elementos importantes en cuanto a los aportes intelectuales y políticos a esta discusión.
En definitiva es un núcleo de estudiantes que frente a sus diferencias se vana cercando a un diagnóstico casi homogéneo, por lo que sólo falta la instancia de canalizar los discursos frente a materias de éste tipo. Este rol sólo puede desempeñar el claustro de estudiantes de la carrera, el cual ya está fijado para el 27 y 28 de septiembre, en donde materias que el mismo Congreso de estudiantes de sociología en la UPLA ha decido tomar como elementos centrales (rol del sociólogo, carácter de la disciplina, etc.), muestran no tan sólo un fenómeno aislado, o un gustito pequeño-burgués de sentarnos a tomar café y conversar de un tipo ideal de carrera, sino que habla de un proceso nacional en donde la disciplina comienza a posicionarse hacia la derecha o la izquierda, hacia el desarrollo de un proyecto de malla, a una definición definitiva de sus pilares, y no al asiento cómodo de la ambigüedad oscurantista y sus mutismo frente a la realidad.
Esta discusión está puesta en la mesa desde 2004, cuando en el mismo congreso de estudiantes en la Universidad Arturo Prat se discutió acerca de las características del Congreso de Concepción. Fue ahí donde los voceros de la carrera afirmamos la necesidad de pasar por este proceso inmediato de reflexionar sobre nuestra labor profesional, científica y política. Es cierto que el tiempo y al realidad concreta del país le ha dado la razón a los estudiantes de la UFRO, ya que los procesos de Jornada referidos a estos temas fueron trabajados en la Universidad en las semanas de la carrera, llevando incluso una exposición al congreso con éste tema.
La idea hoy es ver las tareas que enmarca éste claustro, concibiendo 1) la crisis académica de la carrera, 2) la crisis de la relación sociología/sociedad, 3) la crisis de renovación intelectual, 4) la crisis de la línea y malla curricular actual, y 5) la crisis de dirección política.
El claustro como espacio de discusión del estudiantado debe responder definitivamente como actor activo en los cambios de la carrera definiendo definitivamente hacia donde se avanza y como se construye sociología y sociedad. Esto pasa como exigencia interna (de parte de las particularidades de la carrera) como por la demanda social (la comunidad científica expresada en el congreso de estudiantes de sociología, como de un medio social que desconoce la sociología). Ambas necesidades son complementarias y deben estar presentes en la delimitación de la línea de acción a tomar por la carrera.
Pero ¿Cómo vemos desde el marxismo este fenómeno? ¿la ciencia al servicio del hombre o el hombre al servicio de la ciencia? Hay que tener cuidado cuando la concepción de proyecto de carrera entre a sumarse a los debates profesionalistas o cientificistas que tanto hemos mencionado con anterioridad. Ambas responden a lógicas similares (una la ofensiva patronal y la otra la defensiva pequeño-burguesa), mientras que la sociología de las mayorías está abandonada. Tenemos una comuna en donde, promedio se produce una manifestación de descontento social a la semana, donde existen conflictos entre pueblos originarios y el estado chileno, donde la pobreza y la necesidad son mayores que en el resto del país, donde la población rural es mayor a la urbana, etc. ¿No será hora de responder a las mayorías en vez de responder a los intereses de grupúsculos u hordas sectarias?
Retomamos a Marx y decimos la “no-validez” de la universidad sino se inserta en la producción de plusvalía, dejado claro dos cosas: 1) esto pasa por ceñirse y corresponder a la lógica del capital, pero sentada sobre el estado y toda la institución pública; y 2) si deseamos contraponer la “no-validez” de la universidad capitalista a la de una sociología de las mayorías debemos sumarnos a las mayorías, y desde ahí plantear nuestro proyecto. A esto me refiero cuando Christian Catillo dice "ninguna transformación progresiva podrá lograrse “por arriba”, sin poner en estado de deliberación y movilización a miles de estudiantes y docentes, y sin plantearse la vinculación de la universidad con los trabajadores y el pueblo
[6]".
Es decir si queremos usar a Marx para mantener el equilibrio infinito, déjenme decirle a muchos post-modernos de bolsillo que no les irá muy bien, ya que la base de un proyecto de éste tipo pasa por una praxis revolucionaria y que es el lado que los catedráticos están tan acostumbrados a olvidar. Y esto se refiere al rol del intelectual en el desarrollo de los acontecimientos sociales y a la toma de postura, superando la división sujeto/objeto, por una teoría revolucionaria.
En este sentido podemos avanzar, porque no somos solo los estudiantes los marginados de los procesos de democratización en la Universidad ni en al sociedad, sino que están un conjunto de actores que esperan y tienen expectativas de la Universidad, no como instrumento del mercado, sino como institución al servicio de la región, de la población, de los trabajadores y el pueblo pobre. “Únicamente a través de la colaboración cada vez más estrecha con los sindicatos obreros, de las experiencias del combate contra las fuerzas conservadoras y de la crítica concreta de los intereses y principios en que se apoya el orden establecido podían alcanzar las vanguardias una definida orientación ideológica”[7].
El feudo medieval y la dirección política de la carrera ¿”derecho natural” de algunos o de las mayorías sociales?
Es decir si queremos usar a Marx para mantener el equilibrio infinito, déjenme decirle a muchos post-modernos de bolsillo que no les irá muy bien, ya que la base de un proyecto de éste tipo pasa por una praxis revolucionaria y que es el lado que los catedráticos están tan acostumbrados a olvidar. Y esto se refiere al rol del intelectual en el desarrollo de los acontecimientos sociales y a la toma de postura, superando la división sujeto/objeto, por una teoría revolucionaria.
En este sentido podemos avanzar, porque no somos solo los estudiantes los marginados de los procesos de democratización en la Universidad ni en al sociedad, sino que están un conjunto de actores que esperan y tienen expectativas de la Universidad, no como instrumento del mercado, sino como institución al servicio de la región, de la población, de los trabajadores y el pueblo pobre. “Únicamente a través de la colaboración cada vez más estrecha con los sindicatos obreros, de las experiencias del combate contra las fuerzas conservadoras y de la crítica concreta de los intereses y principios en que se apoya el orden establecido podían alcanzar las vanguardias una definida orientación ideológica”[7].
El feudo medieval y la dirección política de la carrera ¿”derecho natural” de algunos o de las mayorías sociales?
¿Por qué será que cuando se habla de pluralidad y se destaca este elemento dentro de la malla vemos que la estructura de la carrera sigue siendo una reproducción elitista en la elección de sus autoridades? Y ¿por qué siguen eligiéndose a los mimos académicos en estos puestos sabiendo que no han sabido resolver la crisis que afecta a la carrera?
Estos puntos son centrales, porque obviamente el conformismo y reformismo insulso que, luego de certificar la realidad del análisis que acabamos de realizar a través de éste cuestionamiento a la carrera, su estructura, sus contenidos, etc., nos dirá como buenos servidores de la estructura actual que los estudiantes “dejemos en manos” de los señores feudales de la carrera, la facultad y el conjunto de universidad la tarea de resolver los problemas que aquejan a la carrera y al conjunto del estudiantado ¿Es qué acaso esto es realmente posible?
Estamos seguros que desde las mismas condiciones que enfrenta la carrera, con dos directores de carrera como la señorita Amelia Gaete y el profesor Patrick Donovan no han estado a la altura de resolver estos desafíos que involucran una decisión política y no una escisión con la realidad social. Ambos han mantenido criterios estables de “administración de lo existente”, pero no han dado un paso hacia la reformulación de lo que hoy entendemos por sociología. Este paso siempre ha venido desde parte de los estudiantes y eso está claro de acuerdo al equilibrio infinito.
Mientras los mismos círculos eligen entre ellos quién tendrá la responsabilidad de dirigir políticamente a la carrera, y mientras el actual director sentencia su segunda renuncia y el decanato comienza a buscar una reemplazante como la señorita Amelia, nos damos cuenta del “eterno retorno” en el que comienza a fundamentarse la carrera, en donde las mismas falencias permanecen y las mismas soluciones escasean.
Este no es un fenómeno aislado, sino que es la lógica que mueve a la universidad: castas elevadas eligiendo rectores, decanos, directores, etc., mientras que los estudiantes permanecemos atónitos e incrédulos dando por sentado que esto “ha sido siempre así y así siempre será”. Pero el caso que hoy tenemos en la mesa nos dice que realmente esto puede cambiar, ya que significa que la responsabilidad de modificar, perfeccionar y/o cambiar nuestra carrera pasa por nuestras propias manos, y no por autoridades que se han dedicado a perpetuar una sociología mediocre, sin retroalimentación de la realidad social, manteniendo enjaulados a los leones que desean aportar desde su condición intelectual y estudiantil a transformar la realidad.
La única forma de asegurase definitivamente de que las demandas de los estudiantes se cumplan es exigiendo un proceso de democratización de la carrera. Si la elección de los representantes al co-gobierno y de las autoridades universitarias se hacen para definir distintas políticas para la universidad y no debido a los mayores o menores méritos académicos, ¿por qué entonces el voto de un profesor debe valer más que el de un estudiante y la opinión de los funcionarios ni siquiera ser tenida en cuenta? Es claramente un criterio reaccionario, de tipo feudal. Esto permite que los decanos y directores de carreras y departamentos salgan de componendas entre un puñado de profesores, una élite del sistema universitario, los que acceden a sus beneficios y consiguen los lugares que dan “prestigio social”, mientras miles de no docentes y docentes “auxiliares” trabajan con salarios de hambre o directamente gratis
[8].
Llamar a unas elecciones abiertas del director de carrera, en donde toda la carrera pueda votar se ve como el proceso más lógico de asegurar políticamente el desarrollo del proyecto de carrera que la misma carrera tiene en mente (independiente de cual sea). Entonces así las propuestas de soluciones y cambios estarían esquematizados, expuestas a la sanción de la carrera, pudiendo así ser implementadas a través de la acción de un director de carrera comprometido con un proyecto claro y respaldado por el conjunto de la carrera a través de un proceso democrático.
Conclusiones: derivado al servicio de urgencia
Llamar a unas elecciones abiertas del director de carrera, en donde toda la carrera pueda votar se ve como el proceso más lógico de asegurar políticamente el desarrollo del proyecto de carrera que la misma carrera tiene en mente (independiente de cual sea). Entonces así las propuestas de soluciones y cambios estarían esquematizados, expuestas a la sanción de la carrera, pudiendo así ser implementadas a través de la acción de un director de carrera comprometido con un proyecto claro y respaldado por el conjunto de la carrera a través de un proceso democrático.
Conclusiones: derivado al servicio de urgencia
Ahora sólo queda la acción de los cirujanos más fehacientes y de mayor credibilidad al interior de la carrera: los estudiantes, quienes por fin deben decidir y reflexionar acerca de lo que significa sostener una carrera en las condiciones en que se encuentra, desarrollando de y una vez por toda una definición en la línea de sociología que se desea seguir.
El mantener el hermetismo frente a la realidad nacional, el no pronunciarse ante hechos como la mala construcción de edificios en Los cóndores, pedro de Valdivia, el haber trabajado con el SERVIU, etc., y no tomar una perspectiva desde quien estaba atrincherado en un “departamento” en precarias condiciones implica comenzar a reflexionar del tipo de sociólogos que pretendemos ser y los que se pretende formar al interior de la carrera y al universidad.
Esa pugna entre la “autonomía relativa” de la universidad y sus discurso centrado en investigar para investigar debe ser tachado completamente como respuesta a la radical ofensiva de las clase empresariales que comienzan a ver en las universidades una solución para la “crisis del crecimiento económico” del segundo trimestre del presente año. Las demandas se harán cada vez más exigentes y la respuesta no puede venir de un esencialismo abstracto de parte de quienes hablen de la academia y la investigación sin querer pronunciarse frente a las contradicciones y desigualdades de la realidad. No hay tiempo para intermedios, son tiempos de definición.
Mientras las organizaciones sociales y la clase trabajadora comienzan a recomponerse debemos tomar una decisión de si deseamos una carrera como fomento y asesoría a las mayorías sociales, impulsando sus procesos de reivindicación, o nos sentamos del lado del profesionalismo o el cientificismo y actuamos como agentes reaccionarios del proceso en curso. Las contradicciones del sistema neoliberal comienzan a aflorar y no puede existir una ciencia social objetiva en la intervención de la realidad.
[1] Que aunque muchos sociólogos, economistas, etc., quieran desmentir u ocultar a través de un parafraseo oscurantista, sigue siendo un motor en la definición de lo que entendemos por realidad, sino pregúntenle al mismo facismo de Jovino Novoa y sus análisis políticos antes de salir de la presidencia de la UDI: la derecha reconociendo la existencia de clases en Chile ¿y la sociología qué?.
[2] Que, sin atribuirle demasiada significación, más allá de un indicador del mercado, podemos decir que reprodujo las conversaciones sostenidas entre el alumnado durante, siquiera, los últimos 2 años.
[3] Revista digital Universia 24/01/06
[4] Las Armas de la Crítica. Revista Universitaria de Discusión marxista. Julio del 2004-Nº6.
[5] Este punto es importante, ya que el mismo Barros que formaba parte de la Comisión que visitó la carrera, se dio cuenta de que uno de los aspectos más relevantes y críticos fue el llamado de atención de que los profesionales prácticamente buscaban hacer descansar en los alumnos las exigencias de investigación.
[6] Democratización universitaria. Christian Castillo. Docente de Sociología (UBA), dirigente del PTS en Argentina. Universidad del Martes, 22 de Julio de 2003.
[7] Portantiero, J. C, Estudiantes y políticas en América Latina. Citado en el artículo Los nuevos Clérigos: ¿qué hay detrás de la crisis de la UBA? Matías Maiello y Gastón Remy. Revista Lucha de Clase. Revista marxista de teoría y política nº6. Instituto de Pensamiento Socialista. Buenos Aires. Junio 2006. .
[8] Después de la tormenta debe venir un huracán: Acreditación y estudiantes. Carta a los y las estudiantes de sociología. Dasten Julián.
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