Respuesta al Mov. Atina Chile y su pregunta burguesa
¿Qué campañas se necesitan hacer para mejorar nuestros países?
o la pregunta del futuro socialista de América Latina
Lo primero ha señalar es que esta pregunta reduce un margen de acción en “pos del bien de Latinoamérica” a los programas de estado. Estados, que según la política demostrada hasta el momento, no complementan a nivel continental un socialismo que erradique las diferencias nacionalistas para hablar de América Latina. Por ello, podemos seguir hablando del interés de Perú, de Chile y Bolivia en conflictos territoriales sin integración socialista.
Lo que pretendo aclarar a vuestro medio, es que, primero, Latinoamérica no existe como conformación política homogénea; segundo, que “el bien” de América Latina no existe per se y no es una determinación y definición concreta de las expectativas políticas de las clases en la sociedad, y terecero que la solución a través de “implementación de programas” radica en mejorar nuestros países desde la perspectiva del gobierno centralista burgués y su planificación centralizada de la sociedad.
Lo que pretendo aclarar a vuestro medio, es que, primero, Latinoamérica no existe como conformación política homogénea; segundo, que “el bien” de América Latina no existe per se y no es una determinación y definición concreta de las expectativas políticas de las clases en la sociedad, y terecero que la solución a través de “implementación de programas” radica en mejorar nuestros países desde la perspectiva del gobierno centralista burgués y su planificación centralizada de la sociedad.
En cambio la postura de campañas, resulta ambiagua, pero da una posibilidad de configurar una respuesta desde la perspectiva de un futuro socialista en América Latina.
Latinoamérica y la conformación política
Latinoamérica y la conformación política
Los años setenta del siglo XX marcan un punto de no retorno en la reconstrucción del orden capitalista. Los regimenes dictatoriales se encargaron de sumir a la población Latinoamérica en una doble dualidad que se mantiene hasta nuestros días. El Estado-nación comprendido desde la perspectiva política pretendió ser fortalecido a través del discurso patriotero, lleno de chovinismo burgués y de reivindicaciones internas, que fortalecieran el quiebre con la ideología-política socialista y la integración entre los pueblos, que había conducido a procesos de movilización e identificación propia del sujeto latinoamericano, con su cultura, su historia y su herencia colonial.
La triquiñuela ideológica que utilizó la burguesía nacional e imperialista (recordemos su coalición) fue pasar a un proceso de diferenciación progresiva entre las naciones del continente, destacando y alabando la política imperial como aliado político y económico de la nueva América reinante. La coalición entre la burguesía imperial y nacional se volcó como la gran apuesta de los intereses económicos de los nuevos procesos de reestructuración hegemónica, en este sentido la exclusión social, económica y política debía volver a ser parte de las relaciones sociales entre latinoamericanos.
Varios intentos o ensayos de guerras nacionales fueron preparados por los regimenes militares, obviamente formas de engaño, de teatro político para ocultar las políticas neoliberales que se insertaban de telón en le proceso de domesticación latinoamericana. La guerra era vista como forma de hacer política con otros medios, pero desde la perspectiva de una preparación ideológica y cultural requerida para los procesos desintegradores y alienantes que se preparaban en conjunto a los economistas y estadistas de las grandes naciones imperialistas que pretendían conquistar nuevos mercados. El proceso debía ser pacífico, y así fue en la mayoría del continente.
La brutalidad se vio después. Pero la lucha contra la política neoliberal era restringida en su marco de acción. Enfrentamientos distintos se dieron frente a la política neoliberal y sus gobiernos dictatoriales, pero lo que queda claro es que las mismas características de adopción y de profundidad del neoliberalismo en cada país son distintas, y que a la vez, la estructura social que quedó conformada en el proceso de explotación y desintegración social dio como resultado pequeñas islas políticas y pequeñas estructuras económicas listas a ser violadas por el capital imperial.
El bien común para Latinoamérica se hace general y común en el sentido de que toda ella ha sufrido el proceso de transnacionalización de la economía, los avatares de la globalización económica y política, y los dolores de un subdesarrollo perpetuo en torno a las políticas imperiales (FMI, BM, etc.). El neoliberalismo es el factor común, el mal mayor y el enemigo común: la apropiación de la plusvalía por parte de la burguesía nacional patronal, la privatización de los recursos, la posesión de los medios de producción, ya no por la burguesía nacional, sino por la transnacional, en fin, elementos que configuran económicamente una Latinoamérica “homogénea” (en términos estructurales), pero que políticamente ha llevado a cabo distintos procesos de convivencia con la política imperialista y los capitales extranjeros en la región.
La triquiñuela ideológica que utilizó la burguesía nacional e imperialista (recordemos su coalición) fue pasar a un proceso de diferenciación progresiva entre las naciones del continente, destacando y alabando la política imperial como aliado político y económico de la nueva América reinante. La coalición entre la burguesía imperial y nacional se volcó como la gran apuesta de los intereses económicos de los nuevos procesos de reestructuración hegemónica, en este sentido la exclusión social, económica y política debía volver a ser parte de las relaciones sociales entre latinoamericanos.
Varios intentos o ensayos de guerras nacionales fueron preparados por los regimenes militares, obviamente formas de engaño, de teatro político para ocultar las políticas neoliberales que se insertaban de telón en le proceso de domesticación latinoamericana. La guerra era vista como forma de hacer política con otros medios, pero desde la perspectiva de una preparación ideológica y cultural requerida para los procesos desintegradores y alienantes que se preparaban en conjunto a los economistas y estadistas de las grandes naciones imperialistas que pretendían conquistar nuevos mercados. El proceso debía ser pacífico, y así fue en la mayoría del continente.
La brutalidad se vio después. Pero la lucha contra la política neoliberal era restringida en su marco de acción. Enfrentamientos distintos se dieron frente a la política neoliberal y sus gobiernos dictatoriales, pero lo que queda claro es que las mismas características de adopción y de profundidad del neoliberalismo en cada país son distintas, y que a la vez, la estructura social que quedó conformada en el proceso de explotación y desintegración social dio como resultado pequeñas islas políticas y pequeñas estructuras económicas listas a ser violadas por el capital imperial.
El bien común para Latinoamérica se hace general y común en el sentido de que toda ella ha sufrido el proceso de transnacionalización de la economía, los avatares de la globalización económica y política, y los dolores de un subdesarrollo perpetuo en torno a las políticas imperiales (FMI, BM, etc.). El neoliberalismo es el factor común, el mal mayor y el enemigo común: la apropiación de la plusvalía por parte de la burguesía nacional patronal, la privatización de los recursos, la posesión de los medios de producción, ya no por la burguesía nacional, sino por la transnacional, en fin, elementos que configuran económicamente una Latinoamérica “homogénea” (en términos estructurales), pero que políticamente ha llevado a cabo distintos procesos de convivencia con la política imperialista y los capitales extranjeros en la región.
Sin lugar a duda, la convivencia de dios y el diablo en la misma cama es la metáfora que encuentra respuesta a este desarrollo, aunque debemos saber que dios y el diablo, hoy, en América latina son la misma bestia con distinto nombre. La política de la burguesía nacional es la misma que la de la imperial en los países donde el neoliberalismo ha intervenido todas las instituciones de estado (empezando por el derecho), pero en otros ha buscado formas de adecuación y subsistencia entregando concesiones al pueblo marginado y hambriento, a la clase trabajadora y a los explotados en general, abriendo discusiones como “la cuestión social”, la “igualdad de oportunidades”, etc., discurso propio del liberalismo burgués en medio de un clima económico de marginalidad, inequidades en el ingreso, la salud, etc.
Los procesos de exclusión no se han dado de la misma forma en el continente, pero al crisis objetiva del modelo económico se manifiesta de distinta forma en le despertar de la conciencia de clases del movimiento obrero en algunos países, sumado a los movimientos indigenistas y feministas, etc. La agudización de la crisis entrega soluciones que abren el campo político a opciones reformistas y neopopulistas que ven “el bien de Latinoamérica” en la sobre vivencia del modelo económico en beneficio de la burguesía nacional y los poderes fácticos de los regimenes de estado, jugando con las necesidades del pueblo latinoamericano.
En este sentido, sabemos las limitantes de los múltiples programas que hoy se abran como opciones al neoliberalismo en la región y en el globo, y los intereses que representan, y la inconsistencia de su política en términos de clase, y por lo tanto del mismo socialismo.
Los procesos de exclusión no se han dado de la misma forma en el continente, pero al crisis objetiva del modelo económico se manifiesta de distinta forma en le despertar de la conciencia de clases del movimiento obrero en algunos países, sumado a los movimientos indigenistas y feministas, etc. La agudización de la crisis entrega soluciones que abren el campo político a opciones reformistas y neopopulistas que ven “el bien de Latinoamérica” en la sobre vivencia del modelo económico en beneficio de la burguesía nacional y los poderes fácticos de los regimenes de estado, jugando con las necesidades del pueblo latinoamericano.
En este sentido, sabemos las limitantes de los múltiples programas que hoy se abran como opciones al neoliberalismo en la región y en el globo, y los intereses que representan, y la inconsistencia de su política en términos de clase, y por lo tanto del mismo socialismo.
Los procesos de exclusión no se han dado de la misma forma en el continente, pero al crisis objetiva del modelo económico se manifiesta de distinta forma en le despertar de la conciencia de clases del movimiento obrero en algunos países, sumado a los movimientos indigenistas y feministas, etc. La agudización de la crisis entrega soluciones que abren el campo político a opciones reformistas y neopopulistas que ven “el bien de Latinoamérica” en la sobre vivencia del modelo económico en beneficio de la burguesía nacional y los poderes fácticos de los regimenes de estado, jugando con las necesidades del pueblo latinoamericano.
En este sentido, sabemos las limitantes de los múltiples programas que hoy se abran como opciones al neoliberalismo en la región y en el globo, y los intereses que representan, y la inconsistencia de su política en términos de clase, y por lo tanto del mismo socialismo. No existe la mínima atención en el proyecto común ¿por qué? Porque proyectos como el “bolivarismo venezolano” son manifestaciones de un populismo que contradice la política real que ha puesto en práctica Hugo Chávez en los pozos petroleros y los capitales extranjeros presentes en la industria. También se encuentra el mismo desafío o experiencia política concreta de Evo Morales y el clima que rodeo los días anteriores a su asunción como presidente de Bolivia, en cuanto las conevrsaciones, promesas y acuerdos del gobierno del MAS desde la COB (y sus intereses obrerso suscritos en un pergamino de peticiones al mandatario) hasta la burguesía de Santa Cruz y la española protegiendo la inversión extranjera en el país, retocando el discurso electoral para pasar a la falacia socialdemocrata y sus implicancias políticas.
Así sólo queda decir que: “los intereses del burgués nunca son los mismos que del obrero”, por lo tanto regimenes de gobierno que pretenden implementar programas o camapañas simepre lo harán desde la política burguesa y nunca desde la obrera dando como resultado un “bien común” inexistente para el presente de Latinoamérica y la conformación mayoritaria de su población.
Conclusión: El socialismo latinoaméricano y al campaña de la conciencia de clases
Por ello, la campaña que debe desarrollarse, no proviene de los gobiernos en américa Latina, ya que ninguna relamente considera la integración socialista, sino la integración económica del capital y al supremacía de las burguesías nacionales; todo esto es un juego en que los actores económicos propietarios del capital son los que ponen las pautas y reglas del entremado productivo, para terminar con discursos acerca del crecimiento ecnómico y de la flexibilización laboral.
Si América Latina desea ser "mejor", debe hacerlo desde su mayoría y no desde la perpectiva de la minoría que hoy domina. La campaña a iniciarse es una campaña política particular a las fiestas electoralistas en el continente. Es un proceso que se abre desde muchos frentes de acción, en busca de las verdades vedadas al trabajador, al poblador, al explotado, etc. La campaña está en hacerse participe de una identidad pro-obrera y anti-nacionalista burguesa, en decantar ideogías al servicio de la crisis de los régimenes y acelerar los procesos de agotamiento de la burguesía reaccionaria.
Dirigir y emprender este trabajo es tarea de los mismos trabajadores, quienes deben desarrollar organismos de rerpesntación obrera, política sindical de clases y, por lo tanto, no reformista, discusión con respecto a las direcciones de las centrales de trabajadores en cada país, etc. Todo está en despertar del letargo y dejar de confiar en la acción descarada de la burguesía y quienes se hacen pasar por "amigos del pueblo" a través de un discurso amigista y colaboracionista de clases.
Para ello, la clase obrera necesita prontamente la conformación de un partido que los represente y desarrolle un política de clases revolucionaria. Partido que sólo es fruto de la organización colectica del movimiento obrero, el cual empezará a despertar y a exigir a los regimenes de gobierno por la izquierdización en los discursos en los últimos procesos electorales en América Latina.
Hoy, la campaña se llama socialismo, y entiendase por ello no el prácticado por los partidos mencheviques, reformistas o burgueses de Chile, Argentina, etc., sino que el socialismo de los trabajadores, el mismo que Trotsky describió muy bien en su programa de transición o en la teoría de la revolución permanente. Ese socialismo, es un socialismo revolucionario que no teme enfrentarse a los patrones y hacer de este mundo un antro de justicia.
En este sentido, sabemos las limitantes de los múltiples programas que hoy se abran como opciones al neoliberalismo en la región y en el globo, y los intereses que representan, y la inconsistencia de su política en términos de clase, y por lo tanto del mismo socialismo. No existe la mínima atención en el proyecto común ¿por qué? Porque proyectos como el “bolivarismo venezolano” son manifestaciones de un populismo que contradice la política real que ha puesto en práctica Hugo Chávez en los pozos petroleros y los capitales extranjeros presentes en la industria. También se encuentra el mismo desafío o experiencia política concreta de Evo Morales y el clima que rodeo los días anteriores a su asunción como presidente de Bolivia, en cuanto las conevrsaciones, promesas y acuerdos del gobierno del MAS desde la COB (y sus intereses obrerso suscritos en un pergamino de peticiones al mandatario) hasta la burguesía de Santa Cruz y la española protegiendo la inversión extranjera en el país, retocando el discurso electoral para pasar a la falacia socialdemocrata y sus implicancias políticas.
Así sólo queda decir que: “los intereses del burgués nunca son los mismos que del obrero”, por lo tanto regimenes de gobierno que pretenden implementar programas o camapañas simepre lo harán desde la política burguesa y nunca desde la obrera dando como resultado un “bien común” inexistente para el presente de Latinoamérica y la conformación mayoritaria de su población.
Conclusión: El socialismo latinoaméricano y al campaña de la conciencia de clases
Por ello, la campaña que debe desarrollarse, no proviene de los gobiernos en américa Latina, ya que ninguna relamente considera la integración socialista, sino la integración económica del capital y al supremacía de las burguesías nacionales; todo esto es un juego en que los actores económicos propietarios del capital son los que ponen las pautas y reglas del entremado productivo, para terminar con discursos acerca del crecimiento ecnómico y de la flexibilización laboral.
Si América Latina desea ser "mejor", debe hacerlo desde su mayoría y no desde la perpectiva de la minoría que hoy domina. La campaña a iniciarse es una campaña política particular a las fiestas electoralistas en el continente. Es un proceso que se abre desde muchos frentes de acción, en busca de las verdades vedadas al trabajador, al poblador, al explotado, etc. La campaña está en hacerse participe de una identidad pro-obrera y anti-nacionalista burguesa, en decantar ideogías al servicio de la crisis de los régimenes y acelerar los procesos de agotamiento de la burguesía reaccionaria.
Dirigir y emprender este trabajo es tarea de los mismos trabajadores, quienes deben desarrollar organismos de rerpesntación obrera, política sindical de clases y, por lo tanto, no reformista, discusión con respecto a las direcciones de las centrales de trabajadores en cada país, etc. Todo está en despertar del letargo y dejar de confiar en la acción descarada de la burguesía y quienes se hacen pasar por "amigos del pueblo" a través de un discurso amigista y colaboracionista de clases.
Para ello, la clase obrera necesita prontamente la conformación de un partido que los represente y desarrolle un política de clases revolucionaria. Partido que sólo es fruto de la organización colectica del movimiento obrero, el cual empezará a despertar y a exigir a los regimenes de gobierno por la izquierdización en los discursos en los últimos procesos electorales en América Latina.
Hoy, la campaña se llama socialismo, y entiendase por ello no el prácticado por los partidos mencheviques, reformistas o burgueses de Chile, Argentina, etc., sino que el socialismo de los trabajadores, el mismo que Trotsky describió muy bien en su programa de transición o en la teoría de la revolución permanente. Ese socialismo, es un socialismo revolucionario que no teme enfrentarse a los patrones y hacer de este mundo un antro de justicia.
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